La venganza

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Juro por mi alma, la cual estuvo poseída por el mismísimo diablo, que todo cuanto me dispongo a narrar en este mi aciago presente entre rejas, es cierto. Ojalá nada de esto hubiese ocurrido, pero desgraciadamente el inexorable destino así lo quiso y no tengo otra opción que aceptarlo y subsistir atormentada y en soledad el resto de mi existencia. No espero ni pido que crean todo cuanto he de referirles, sino que procuren hallar una explicación racional, para que estos horripilantes hechos no se repitan jamás. Yo nací en un pueblecito de Inglaterra llamado Bray, en el seno de una familia humilde. Mi padre era empleado en una fundición de un pueblo cercano, al que se desplazaba todas las mañanas en su vieja motocicleta. Mi madre se encargaba de llevar la casa y de cultivar una pequeña huerta que se encontraba al lado del río, en ella recogía todo tipo de verduras que vendía en el mercado del pueblo y abastecía nuestra despensa. Desde que comencé a dar mis primeros pasos destaqué por una prematura inteligencia para mi edad. A causa de la admiración que despertaba en mucha gente del pueblo, muchos de mis compañeros comenzaron a cogerme envidia, que poco a poco, con el trascurso de los años, fue transformándose hasta que desembocó en un profundo odio y rivalidad hacia mi persona. Durante mi infancia fui la dócil presa de aquellas bestias y de sus crueles burlas; muchos días me aislaba en soledad en los frondosos bosques de los alrededores, donde me sentía libre de inquietudes, contemplando la vegetación y jugando


con los pequeños animales que allí vivían, y donde años más tarde, decidí levantar los cimientos de una sencilla morada. Vivía sola con la única compañía de los animales que por allí deambulaban y de los recios robles que me protegían. Pasaba gran parte del día meditando, sin saber qué hacer, muchas veces pensé en vengarme de aquellos seres ruines, pero jamás lo hice porque no encontré el momento adecuado para hacerlo y porque ya había pasado mucho tiempo. Aun con el paso del tiempo, no logré olvidarme de cuanto me habían hecho sufrir, por eso quedé perpleja al toparme con una carta en mi buzón, en la cual mis antiguos compañeros me invitaban a una excursión a los bosques de Cluj. Tardé en decidirme, ya que dudaba mucho de que hubiesen cambiado, pero tras reflexionar largo y tendido, pensé que quizás quisieran disculparse por todo el daño que me hicieron en mi niñez, así que accedí a acudir a dicha cita. Por fin llegó el esperado día. Amaneció un bonito día de verano con un hermoso cielo azul y un sol resplandeciente. Allí se encontraban en la plaza del pueblo, a la sombra de un hermoso árbol, Mary, Marc, Peter, John y Julie; todos parecían haber cambiado, pues se mostraban alegres y amables al recibirme. En cuanto llegué, nos sentamos en el suelo y trazamos la ruta que queríamos realizar ese día y cargando con nuestras mochilas nos dirigimos hacia el bosque de Cluj, no muy lejos de donde yo vivía. Una vez en el bosque, encontramos un lugar llano cerca de un riachuelo y comenzamos a montar la tienda. Mary y Peter fueron a buscar leña seca para encender una hoguera. Después de recoger abundante leña, Marc fue el encargado de encenderla. Para cuando concluimos todo el montaje, ya casi había anochecido. Más tarde, nos reunimos en torno a la hoguera para cenar. Bebimos más alcohol de lo normal y


comenzaron a hacer pequeñas bromas, por lo que cuando nos acostamos todo me daba vueltas. preguntarse el porqué de aquella invitación, hasta que, tal vez a causa del alcohol, me obsesioné con que su única intención era divertirse aquella noche, burlándose de mí y torturándome como en mi infancia. Tras varios largos minutos, logré por fin conciliar el sueño, pero entonces terribles pesadillas del pasado empezaron a atormentarme. Tuve un sueño en el que pude ver cómo durante esa misma noche mis amigos ideaban un plan para matarme, vi cómo me torturaban y finalmente cómo echaban a suertes las partes de mi cuerpo entre la gente del pueblo. Entonces, llena de ira cometí la insensatez que transformó completamente mi paso por este mundo. Medio sonámbula y poseída por el espíritu del diablo me levanté bruscamente y corrí a por el hacha que habíamos traído para cortar madera. Entré enajenada en la tienda y propiné diversos hachazos a todos y cada uno de mis amigos gritando “¡Venganza!” como una posesa y descargando toda mi ansia con cada hachazo. Pronto la tienda se tiñó de rojo y en menos de cinco minutos todos yacían frente a mí y se encontraban ahora desfigurados presentando un aspecto espeluznante. Tras haber cometido mi perverso crimen, caí rendida en un profundo sueño. Al día siguiente, cuando desperté, aún presa del rencor y de la ira, medité unos instantes sobre cómo deshacerme de aquellos abominables cuerpos. En ese instante recordé la frase que mi abuelita siempre repetía “si no tienes amigos, háztelos” y solté una estrepitosa carcajada. Mi maliciosa mente se iluminó y tuve una descabellada idea. Tomé diferentes miembros de cada cuerpo y poco a poco mi mente y mis manos fueron moldeando un monstruo inerte, un engendro. Tras unir todas las partes del engendro, de algún modo tenía que deshacerme de los restos sobrantes de los cuerpos de mis amigos,


así que decidí quemarlos en la hoguera de la noche anterior y posteriormente cavé un hoyo y enterré los huesos. Llevado a cabo satisfactoriamente mi plan, introduje el monstruo en la amplia bolsa que había llevado y me dirigí hacia mi casa adentrándome en el bosque sin que nadie me viese. Poco a poco, el engendro fue cobrando vida en mi imaginación, le puse por nombre Harry y me dirigía hacia él como si de una persona normal se tratase. Al mismo tiempo, mi locura y mis ansias de venganza fueron en aumento y comencé a descargar todo el dolor contenido desde mi infancia hasta ahora en aquel repugnante ser. Todas y cada una de las fechorías que mis compañeros me hicieron sufrir las reproduje yo ahora en Harry, vengándome así de una vez por todas de mis compañeros: lo ridiculizaba, me reía de sus torpezas, lo empujaba y pegaba… No obstante, cada día que pasaba Harry iba haciéndose más fuerte y poderoso, ya que los fantasmas de mis amigos fueron cobrando vida en él y volvieron a atacarme. Fue entonces cuando realmente fui consciente del terrible crimen que había cometido y que todo aquello no había servido para nada, únicamente para destrozar mi propia vida. La presencia de aquel horroroso ser que había creado con mis propias manos fue atormentándome más si cabe, arrebatándome las pocas ganas que me quedaban de vivir. Así que decidí acabar de una vez y para siempre con aquella pesadilla, agarré con fuerza y con gran seguridad mi pistola y comencé a disparar repetidamente a Harry hasta que quedó totalmente desfigurado. Seguidamente, me intenté suicidar pegándome un tiro y caí al suelo inconsciente. No tengo ni la menor idea de lo que ocurrió después, ni de cómo mi malicioso crimen salió a la luz, ni de qué pasó con Harry, solo sé que al cabo de unos días desperté


en esta oscura prisión psiquiátrica, donde sigo y aquí he de pasar el resto de mis desgraciados días, muerta en vida.

Ainhoa López Gamboa


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